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Fue en 1147, en plena Reconquista, cuando el primer rey de Portugal, D. Alfonso Henriques hizo el voto de fundar un monasterio consagrado a la orden de Bernardo de Claraval si lograba conquistar Santarem. Realidad o ficción, el hecho es que en 1153 el rey fundó la Abadía de Alcobaça y la entregó a los monjes blancos. Algo por otra parte habitual, ya que las órdenes religiosas aseguraban la ocupación.
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Tumba de Don Pedro y Doña Inés |
Los musulmanes destruyeron las primeras edificaciones, aunque las obras se reiniciaron a principios del siglo XIII y la iglesia se concluyó en 1253. La mayor parte de los edificios originales han sido reformados en épocas posteriores, como muestra la fachada del monasterio, de la que únicamente es original el portal gótico, el rosetón y las ventanas laterales.
Al acceder al interior de la iglesia lo primero que llama la atención es la pureza del estilo cisterciense que, afortunadamente, se ha recuperado tras la restauración del edificio. La amplitud, altura y verticalidad de sus naves, la perspectiva lograda gracias a un ingenioso recurso arquitectónico en los pilares, la limpia bóveda de crucería…, todo en su interior invita a la meditación y al silencio.
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Claustro del Silencio |
Otro de los lugares destacados del conjunto es el Claustro del Silencio o de Don Dinis, ya que fue construido por orden de este rey a principios del siglo XIV (aunque el segundo piso es el XVI), y de esta misma época se consideran el Refectorio, una amplia estancia cubierta con bóveda ojival y el magnífico Púlpito del Lector.
La actual cocina data del siglo XVIII, dispone del agua de un ramal del rio Alcoa y su recubrimiento de azulejería blanca y su altura (18) metros con las colosales chimeneas la convierten en otro de los elementos destacados del conjunto.
Dormitorio de los monjes, según se cuenta llegaron habitarlo has 400.